El 8 de agosto de 1815, el HMS Northumberland, un navío de guerra con varias ristras de cañones que erizaban la nave de babor a estribor, transportó al emperador Napoleón Bonaparte a su definitivo exilio atlántico. Un lugar donde, oculto a las miradas provincianas y a los ademanes carcelarios, aguardaba complacido el asesino del general francés.