Desde sus más remotos orígenes, la humanidad se sintió fascinada por la influencia de los astros en la naturaleza. Desde las más pretéritas civilizaciones observamos la bóveda celeste, dibujando constelaciones y escudriñado entre los astros, en busca de respuestas sobre nuestra propia existencia. En ese camino, colosal y formidable, descubrimos el universo, y hoy nos sigue enamorando como lo hizo a los primeros homínidos que levantaron la vista hacia los cielos más oscuros de todos los tiempos.