Las personas altamente sensibles tienen un don. Un regalo para ellos mismos, porque tienen características fuera de lo común. Es un regalo para quienes las rodean, porque son portadoras de habilidades cognitivas y emocionales que también enriquecen a los demás. Por supuesto, como con cualquier tesoro valioso, este rasgo de la personalidad debe estar bien guardado y administrarse con cuidado.