«Talento» es el concepto del que todo el mundo habla. Políticos, empresarios y directivos se refieren a él como la solución a nuestros problemas individuales, organizativos y sociales. Y no les falta razón, porque hemos entrado en una nueva era en la que es el motor de transformación y el activo más valioso, incluso por encima del capital. Sin embargo, la gran mayoría define el concepto de forma improvisada hasta caer múltiples incoherencias sobre la forma de atraerlo, fidelizarlo y desarrollarlo, así como en la relación que existe entre «talento» con tecnología, compromiso, liderazgo o felicidad.