El legado de las Luces está en crisis. Su confianza ciega en la razón y la tecnología resulta ingenua frente a la emergencia ecológica que vivimos. Ante esta situación, no son pocos los intelectuales que han optado por buscar alternativas a la Ilustración, transitando a menudo los peligrosos senderos del antirracionalismo o el autoritarismo. Sin embargo, ¿debemos desechar la Ilustración en su totalidad? ¿Es acaso un proyecto estanco, inamovible, caduco? ¿Se puede actualizar, más de doscientos años después, un pensamiento cuyo objetivo era la autonomía del ser humano?